Freud dijo que la meta de la terapia era hacer
consciente lo inconsciente. Verdaderamente, hizo de este postulado el núcleo de
su trabajo como teórico. Y además, definió al inconsciente como algo muy
displacentero. Para ilustrar esto, consideremos lo siguiente: es un caldero de
deseos establecidos; un pozo sin fondo de anhelos incestuosos y perversos; un
lecho de experiencias aterradoras que aún pueden surgir a la consciencia.
Francamente, ¡esto no suena como algo que quiera que acceda a mi consciencia!
Carl Jung, joven colega de Freud, se dedicó a la
exploración del “espacio interno” a través de todo su trabajo. Se lanzó a la
tarea equipado con los antecedentes de la teoría freudiana, por supuesto, y con
un conocimiento aparentemente inagotable sobre mitología, religión y filosofía.
Pero era especialmente ducho en el simbolismo de tradiciones místicas complejas
tales como gnosticismo, alquimia, cábala y tradiciones similares en el
hinduismo y el budismo. Si hay una persona que tenga un sentido del
inconsciente y sus hábitos como capaz de expresarse solo de forma simbólica,
éste es Carl Jung.
Además, tuvo la capacidad de un soñar muy lúcido e
ilusiones ocasionales. En otoño del 1913 tuvo la visión de una “inundación
monstruosa” que hundía casi toda Europa cuyas aguas llegaban hasta las faldas
de las montañas de su nativa Suiza. Vio miles de personas ahogándose y la
ciudad temblando. Luego, las aguas se tornaban en sangre. En las siguientes
semanas a la visión, surgieron sueños de inviernos eternos y ríos de sangre.
Estaba asustado de que se estuviese volviendo psicótico.
Pero el uno de agosto de ese año, empezó la Primera
Guerra Mundial. Jung creyó que de alguna manera existía una conexión entre él
como individuo y la humanidad en general que no podía explicarse. Desde este
momento hasta 1928, se fue metiendo en un proceso doloroso de auto-exploración
que formaría la base de su futura teoría.
Cuidadosamente empezó a anotar sus sueños,
fantasías y visiones, y los dibujó, pintó y esculpió. Halló que sus
experiencias tendían a tomar formas humanas, empezando por un anciano sabio y
su acompañante, una niña pequeña. El anciano sabio evolucionó, a través de
varios sueños, hasta una especie de gurú espiritual. La niña pequeña se
convirtió en “anima”, el alma femenina, que servía como medio de comunicación
(medium) entre el hombre y los aspectos más profundos de su inconsciente.
Un duende marrón cuero apareció como celador de la
entrada al inconsciente. Era “la sombra”, una compañía primitiva del Yo de
Jung. Jung soñó que tanto él como el duende, habían asesinado a la preciosa
niña rubia, a la que llamó Siegfred. Para éste, esta escena representaba una
precaución con respecto a los peligros del trabajo dirigido solo a obtener la
gloria y el heroísmo que prontamente causaría un gran dolor sobre toda Europa
(¡así como también un aviso acerca de los peligros de algunas de sus propias
tendencias respecto de la empresa heroica de Sigmund Freud!).
Jung soñó también mucho con cuestiones relacionadas
con la muerte; con el territorio de los muertos y el renacimiento de los
mismos. Para él, esto representaba el inconsciente mismo; no aquel “pequeño”
inconsciente del que Freud hizo tan grande, sino un nuevo inconsciente
colectivo de la humanidad. Un inconsciente que podía contener todas las
muertes, no solo nuestros fantasmas personales. Jung empezó a considerar que
los enfermos mentales estaban poseídos por estos fantasmas, en una época donde
se supone que nadie creía en ellos. Con el solo hecho de “recapturar” nuestras
mitologías, entenderíamos estos fantasmas, nos sentiríamos cómodos con la
muerte y así superar nuestras patologías mentales.
Los críticos han sugerido que Jung estaba
simplemente enfermo cuando todo esto ocurrió. Pero Jung creía que si queremos
entender la jungla, no nos podemos contentar con solo desplazarnos por sus
alrededores. Debemos entrar en ella, no importa cuán extraña o aterradora pueda
verse.
Biografía
Carl Gustav Jung nació el 26 de julio de 1875 en una pequeña localidad de Suiza
llamada Kessewil. Su padre, Paul Jung, fue un clérigo rural y su madre fue
Emilie Preiswerk Jung. El niño Carl creció rodeado de una familia muy educada y
extensa que incluía a unos cuantos clérigos y algunos excéntricos también.
El padre inició a Carl en el latín a la edad de 6
años, lo que desde el principio aceptó con gran interés, en especial por el
lenguaje y la literatura antigua. Además de leer la mayoría de las lenguas
modernas del occidente europeo, Jung también leía alternativamente varias otras
lenguas antiguas como el sánscrito (el lenguaje original de los libros sagrados
hindúes).
Carl era más bien un chico solitario en su
adolescencia, no le importaba mucho el colegio y no soportaba la competición.
Acudió a un colegio interno en Basel, Suiza, donde se encontró frontalmente con
los celos de sus compañeros. Empezó a utilizar la enfermedad como excusa,
desarrollando una tendencia avergonzante a desmayarse cuando estaba sometido a
una gran presión.
Aunque su primera elección de carrera fue la
arqueología, se decidió por la medicina en la Universidad de Basel. Allí
conoció al famoso neurólogo Kraft-Ebing, y llegó a trabajar para él. Bajo su
influencia, estudió psiquiatría.
Poco después de su licenciatura, se estableció en el
Hospital Mental de Burghoeltzli en Zurich bajo la tutela de Eugene Bleuler,
padre y conocedor más importante de la esquizofrenia. En 1903, se casa con Emma
Rauschenbach. En aquel tiempo, también dedicó parte de su tiempo a dar clases
en la Universidad de Zurich y mantenía una consulta privada. Fue aquí donde
inventó la asociación de palabras.
Siendo un gran admirador de Freud, por fin le
conoció en Viena en 1907. Dice la historia que después de conocerle, Freud
canceló todas sus citas del día, para continuar una conversación que duraría 13
horas continuas. ¡Tal fue el impacto de este encuentro entre estas dos mentes
privilegiadas!. Eventualmente, Freud consideró a Jung como el príncipe de la
corona del psicoanálisis y su mano derecha.
Pero Jung nunca se apoyó en su totalidad a la
teoría freudiana. Su relación empezó a enfriarse en 1909, durante un viaje a
América. En este viaje, ambos se entretenían analizándose los sueños de cada
uno (aparentemente de manera más desenfadada que seria), cuando en un momento
determinado Freud demostró una excesiva resistencia a los esfuerzos de análisis
de Jung. Finalmente, Freud le dijo que debían parar, ya que él se sentía con
temor a perder su autoridad. Evidentemente, Jung se sintió insultado.
La Primera Guerra Mundial fue un periodo
especialmente doloroso de auto-exámen para Jung. Sin embargo, era solo el
principio de una de las teorías de la personalidad más interesantes que el
mundo haya visto.
Después de la guerra, Jung viajó mucho; desde
tribus de Africa hasta poblaciones de América y la India. Se jubiló en 1946,
retrayéndose de la vida pública a partir de este momento hasta la muerte de su
esposa en 1955. Murió el 6 de junio de 1961 en Zurich.
Teoría
La teoría de Jung divide la psique en tres partes.
La primera es el Yo, el cual se identifica con la mente consciente.
Relacionado cercanamente se encuentra el inconsciente personal, que
incluye cualquier cosa que no esté presente en la consciencia, pero que no está
exenta de estarlo. El inconsciente personal sería como lo que las personas
entienden por inconsciente en tanto incluye ambas memorias, las que podemos
atraer rápidamente a nuestra consciencia y aquellos recuerdos que han sido
reprimidos por cualquier razón. La diferencia estriba en que no contiene a los instintos,
como Freud incluía.
Después de describir el inconsciente personal, Jung
añade una parte al psiquismo que hará que su teoría destaque de las demás: el
inconsciente colectivo. Podríamos llamarle sencillamente nuestra “herencia
psíquica”. Es el reservorio de nuestra experiencia como especie; un tipo de
conocimiento con el que todos nacemos y compartimos. Aún así, nunca somos
plenamente conscientes de ello. A partir de él, se establece una influencia
sobre todas nuestras experiencias y comportamientos, especialmente los
emocionales; pero solo le conocemos indirectamente, viendo estas influencias.
Existen ciertas experiencias que demuestran los
efectos del inconsciente colectivo más claramente que otras. La experiencia de
amor a primera vista, el deja vu (el sentimiento de haber estado anteriormente
en la misma situación) y el reconocimiento inmediato de ciertos símbolos y
significados de algunos mitos, se pueden considerar como una conjunción súbita
de la realidad externa e interna del inconsciente colectivo. Otros ejemplos que
ilustran con más amplitud la influencia del inconsciente colectivo son las
experiencias creativas compartidas por los artistas y músicos del mundo en
todos los tiempos, o las experiencias espirituales de la mística de todas las
religiones, o los paralelos de los sueños, fantasías, mitologías, cuentos de
hadas y la literatura.
Un ejemplo interesante que actualmente se discute
es la experiencia cercana a la muerte. Parece ser que muchas personas de
diferentes partes del mundo y con diferentes antecedentes culturales viven
situaciones muy similares cuando han sido “rescatados” de la muerte clínica.
Hablan de que sienten que abandonan su cuerpo, viendo sus cuerpos y los eventos
que le rodean claramente; de que sienten como una “fuerza” les atrae hacia un
túnel largo que desemboca en una luz brillante; de ver a familiares fallecidos
o figuras religiosas esperándoles y una cierta frustración por tener que
abandonar esta feliz escena y volver a sus cuerpos. Quizás todos estamos “programados”
para vivir la experiencia de la muerte de esta manera.
Arquetipos
Los contenidos del inconsciente colectivo son los
llamados arquetipos. Jung también les llamó dominantes, imagos, imágenes
primordiales o mitológicas y otros nombres, pero el término arquetipo es el más
conocido. Sería una tendencia innata (no aprendida) a experimentar las cosas de
una determinada manera.
El arquetipo carece de forma en sí mismo, pero
actúa como un “principio organizador” sobre las cosas que vemos o hacemos.
Funciona de la misma manera que los instintos en la teoría freudiana. Al
principio, el bebé solo quiere algo de comer, sin saber lo que quiere. Es decir,
presenta un anhelo indefinido que, no obstante, puede ser satisfecho por
algunas cosas y no por otras. Más tarde, con la experiencia, el bebé empieza a
anhelar cosas más concretas cuando tiene hambre (un biberón, una galleta, una
langosta a la brasa, un pedazo de pizza estilo Nueva York).
El arquetipo es como un agujero negro en el
espacio. Solo sabemos que está ahí por cómo atrae materia y luz hacia sí mismo.
El arquetipo materno
Este arquetipo es particularmente útil como
ejemplo. Todos nuestros ancestros tuvieron madres. Hemos evolucionados en un
ambiente que ha incluido una madre o un sustituto de ella. Nunca hubiéramos
sobrevivido sin la conexión con una persona cuidadora en nuestros tiempos de
infantes indefensos. Está claro que somos “construidos” de forma que refleja
nuestro ambiente evolutivo: venimos a este mundo listos para desear una madre,
la buscamos, la reconocemos y lidiamos con ella.
Así, el arquetipo de madre es una habilidad propia
constituida evolutivamente y dirigida a reconocer una cierta relación, la de la
“maternalidad”. Jung establece esto como algo abstracto, y todos nosotros
proyectamos el arquetipo a la generalidad del mundo y a personas particulares,
usualmente nuestras propias madres. Incluso cuando un arquetipo no encuentra
una persona real disponible, tendemos a personificarlo; esto es, lo convertimos
en un personaje mitológico “de cuentos de hadas”, por ejemplo. Este personaje
simboliza el arquetipo.
Este arquetipo está simbolizado por la madre
primordial o “madre tierra” de la mitología; por Eva y María en las tradiciones
occidentales y por símbolos menos personalizados como la iglesia, la nación, un
bosque o el océano. De acuerdo con Jung, alguien a quien su madre no ha
satisfecho las demandas del arquetipo, se convertiría perfectamente en una
persona que lo busca a través de la iglesia o identificándose con la “tierra
madre”, o en la meditación sobre la figura de María o en una vida dedicada a la
mar.
Maná
Debemos saber que estos arquetipos no son realmente
cosas biológicas, como los instintos de Freud. Son demandas más puntuales. Por
ejemplo, si uno sueño con cosas alargadas, Freud sugeriría que éstas
representarían el falo y en consecuencia el sexo. Jung propondría una
interpretación muy distinta. Incluso, el soñar con el pene no necesariamente
implica una insatisfacción sexual.
Es llamativo que en sociedades primitivas, los
símbolos fálicos usualmente no se refieran en absoluto al sexo. Usualmente
simbolizan el maná, o poder espiritual. Esto símbolos se exhiben cuando es
necesario implorar a los espíritus para lograr un mejor cosecha del maíz, o
aumentar la pesca o para ayudar a alguien. La relación entre el pene y la
fuerza, entre el sémen y la semilla, entre la fertilidad y la fertilización son
parte de la mayoría de las culturas.
La sombra
Por supuesto que en la teoría junguiana también hay
espacio para el sexo y los instintos. Éstos forman parte de un arquetipo
llamado la sombra. Deriva de un pasado pre-humano y animal, cuando nuestras
preocupaciones se limitaban a sobrevivir y a la reproducción, y cuando no
éramos conscientes de nosotros como sujetos.
Sería el “lado oscuro” del Yo (del sí mismo. N.T.) Y
nuestra parte negativa o diabólica también se encuentra en este espacio. Esto
supone que la sombra es amoral; ni buena ni mala, como en los animales. Un
animal es capaz de cuidar calurosamente de su prole, al tiempo que puede ser un
asesino implacable para obtener comida. Pero él no escoge ninguno de ellos.
Simplemente hace lo que hace. Es “inocente”. Pero desde nuestra perspectiva
humana, el mundo animal nos parece brutal, inhumano; por lo que la sombra se
vuelve algo relacionado con un “basurero” de aquellas partes de nosotros que no
queremos admitir.
Los símbolos de la sombra incluyen la serpiente
(como en el Jardín del Edén), el dragón, los monstruos y demonios. Usualmente
guarda la entrada a una cueva o a una piscina de agua, que representarían el
inconsciente colectivo. La siguiente vez que sueñen que se están peleando con
un luchador fortísimo, puede que simplemente ¡se esté peleando con usted mismo!
La persona
La persona representa nuestra imagen pública. La
palabra, obviamente, está relacionada con el término persona y personalidad y
proviene del latín que significa máscara. Por tanto, la persona es la máscara
que nos ponemos antes de salir al mundo externo. Aunque se inicia siendo un
arquetipo, con el tiempo vamos asumiéndola, llegando a ser la parte de nosotros
más distantes del inconsciente colectivo.
En su mejor presentación, constituye la “buena impresión”
que todos queremos brindar al satisfacer los roles que la sociedad nos exige.
Pero, en su peor cara, puede confundirse incluso por nosotros mismos, de
nuestra propia naturaleza. Algunas veces llegamos a creer que realmente somos
lo que pretendemos ser.
Anima y animus
Una parte de la persona es el papel masculino o
femenino que debemos interpretar. Para la mayoría de los teóricos, este papel
está determinado por el género físico. Pero, al igual que Freud, Adler y otros,
Jung pensaba que en realidad todos nosotros somos bisexuales por naturaleza.
Cundo empezamos nuestra vida como fetos, poseemos órganos sexuales
indiferenciados y es solo gradualmente, bajo la influencia hormonal, cuando nos
volvemos machos y hembras. De la misma manera, cuando empezamos nuestra vida
social como infantes, no somos masculinos o femeninos en el sentido social.
Casi de inmediato (tan pronto como nos pongan esas botitas azules o rosas), nos
desarrollamos bajo la influencia social, la cual gradualmente nos convierte en
hombres y mujeres.
En todas las culturas, las expectativas que recaen
sobre los hombres y las mujeres difieren. Estas están basadas casi en su
totalidad sobre nuestros diferentes papeles en la reproducción y en otros
detalles que son casi exclusivamente tradicionales. En nuestra sociedad actual,
todavía retenemos muchos remanentes de estas expectativas tradicionales.
Todavía esperamos que las mujeres sean más calurosas y menos agresivas; que los
hombres sean fuertes y que ignoren los aspectos emocionales de la vida. Pero
Jung creía que estas expectativas significaban que solo hemos desarrollado la
mitad de nuestro potencial.
El anima es el aspecto femenino presente en el
inconsciente colectivo de los hombres y el animus es el aspecto masculino
presente en el inconsciente colectivo de la mujer. Unidos se les conoce como
syzygy. El anima puede estar representada (personificada) como una joven chica,
muy espontánea e intuitiva, o como una bruja, o como la madre tierra.
Usualmente se asocia con una emocionalidad profunda y con la fuerza de la vida
misma. El animus puede personificarse como un viejo sabio, un guerrero, o
usualmente como un grupo de hombres, y tiende a ser lógico, muchas veces
racionalista e incluso argumentativo.
El anima y el animus son los arquetipos a través de
los cuales nos comunicamos con el inconsciente colectivo en general y es
importante llegar a contactar con él. Es también el arquetipo responsable de
nuestra vida amorosa: como sugiere un mito griego, estamos siempre buscando
nuestra otra mitad; esa otra mitad que los Dioses nos quitaron, en los miembros
del sexo opuesto. Cuando nos enamoramos a primera vista, nos hemos topado con
algo que ha llenado nuestro arquetipo ánima o animus particularmente bien.
Otros arquetipos
Jung decía que no existía un número fijo de
arquetipos que pudiésemos listar o memorizar. Se superponen y se combinan entre
ellos según la necesidad y su lógica no responde a los estándares lógicos que
entendemos. Jung, sin embargo, definió algunos otros:
Además de la madre, existen otros arquetipos
familiares. Obviamente, existe un padre que con frecuencia está
simbolizado por una guía o una figura de autoridad. Existe también el arquetipo
de familia que representa la idea de la hermandad de sangre, así como
unos lazos más profundos que aquellos basados en razones conscientes.
También tenemos el de niño, representado en
la mitología y en el arte por los niños, en particular los infantes, así como
por otras pequeñas criaturas. La celebración del niño Jesús en las Navidades es
una manifestación del arquetipo niño y representa el futuro, la evolución, el
renacimiento y la salvación. Curiosamente, la Navidad acontece durante el
solsticio de invierno, el cual representa el futuro y el renacimiento en las
culturas primitivas nórdicas. Estas personas encienden hogueras y realizan
ceremonias alrededor del fuego implorando la vuelta del sol. El arquetipo niño
también con frecuencia se mezcla con otros, formando el niño-dios o el
niño-héroe.
Muchos arquetipos son caracteres de leyendas. El héroe
es uno de los principales. Está representado por la personalidad mana y es el
luchador de los dragones malvados. Básicamente, representa al Yo (tendemos a
identificarnos con los héroes de las historias) y casi siempre está envuelto en
batallas contra la sombra, en forma de dragones y otros monstruos. No obstante,
el héroe es tonto. Es, después de todo, un ignorante de las formas del
inconsciente colectivo. Luke Skywalker, de La Guerra de las Galaxias, sería el
ejemplo perfecto.
Al héroe usualmente se le encarga la tarea de
rescatar a la doncella, la cual representa la pureza, inocencia y en
todas por igual, la candidez. En la primera parte de la historia de la Guerra
de las Galaxias, la princesa Leia es la doncella. Pero, a medida que la
historia avanza, ella se vuelve ánima, descubriendo el poder de la fuerza (el
inconsciente colectivo) y se vuelve un compañero igual que Luke, quien resulta
ser su hermano.
El héroe es guiado por un viejo hombre sabio,
una forma de animus que le revela al primero la naturaleza del inconsciente
colectivo. En la Guerra de las Galaxias, este viejo es Obi Wan Kenobi, y luego
Yoda. Obsérvese que ambos enseñan a Luke todo sobre la fuerza, y cuando Luke
madura, mueren, volviéndose parte de él.
Quizás se estén preguntando por el arquetipo de
“padre oscuro” de Darth Vader. Es la sombra y el maestro del lado oscuro de la
fuerza. También resulta ser el padre de Leia y Luke. Cuando muere, se convierte
en uno de los viejos hombres sabios.
Este es también un arquetipo animal y
representa las relaciones humanas con el mundo animal. Un buen ejemplo sería el
del caballo fiel del héroe. Las serpientes también son frecuentes arquetipos
animales y creemos que son particularmente listas. Después de todo, los animales
están más cercanos a sus naturalezas que nosotros. Quizás, los pequeños robots
y la siempre disponible nave espacial (el Halcón) sean símbolos de animales.
Y luego está el ilusionista, usualmente
representado por un payaso o un mago. El papel de éste es el de hacer las cosas
más difíciles al héroe y crearle problemas. En la mitología escandinava, muchas
de las aventuras de los dioses se originaban en algún truco demostrado a sus
majestades por el medio-Dios Loki.
Existen otros arquetipos que son un poco más
complicados de mencionar. Uno es el hombre original, representado en las
culturas occidentales por Adán. Otro es el arquetipo Dios, el cual
representa nuestra necesidad de comprender el Universo; que nos provee de
significado a todo lo que ocurre y que todo tiene un propósito y dirección.
El hermafrodita, tanto hombre como mujer, es
una de las ideas más importantes de la teoría junguiana y representa la unión
de los opuestos. En algunos cuadros religiosos, Jesucristo está representado
más bien como un hombre afeminado. Así mismo, en China, el carácter de Kuan Yin
es de hecho un santo masculino (el bodhisattva Avalokiteshwara), ¡pero está
pintado de una forma tan femenina que usualmente se le considera más como la
diosa de la compasión!.
El arquetipo más importante es el de self
(mantendremos aquí el término “self” que “sí mismo”, por su aceptación literal
en psicología de habla hispana. N.T.). El self es la unidad última de la
personalidad y está simbolizado por el círculo, la cruz y las figuras mandalas
que Jung halló en las pinturas. Un mandala es un dibujo que se usa en
meditación y se utiliza para desplazar el foco de atención hacia el centro de
la imagen. Puede ser un trazo tan simple como una figura geométrica o tan complicada
como un vitral. La personificación que mejor representa el self es Cristo y
Buda; dos personas, por cierto, que representan según muchos, el logro de la
perfección. Pero Jung creía que la perfección de la personalidad solamente se
alcanza con la muerte.
Las dinámicas del psiquismo
Bueno, ya está bien de contenidos mentales. Vamos
ahora a ocuparnos de los principios de sus operaciones. Jung nos brinda tres
principios. El primero de ellos es el principio de los opuestos. Cada
deseo inmediatamente sugiere su opuesto. Por ejemplo, si tengo un pensamiento
positivo, no puedo dejar de tener el opuesto en algún lugar de mi mente. De
hecho, es un concepto bastante básico: para saber lo que es bueno debo conocer
lo malo, de la misma forma que no podemos saber lo que es negro sin conocer lo
blanco; o lo que es alto sin lo bajo.
Esta idea me sobrevino cuando tenía unos once años.
Recuerdo que ocasionalmente me dio por salvar a muchas criaturitas inocentes
del bosque que de alguna forma se habían herido (me temo que muchas veces provocándoles
la muerte). Una vez intenté curar a un petirrojo, pero cuando lo alcé en mi
mano, me deslumbró un halo de luz del sol y me llevé la mano a la cara. En ese
momento pasó por mi mente la idea de que podía haberlo aplastado. Imagínense,
no me gustaba nada la idea, pero me vino innegablemente.
De acuerdo con Jung, es la oposición la que crea el
poder (o libido) del psiquismo. Es como los dos polos de una batería, o
la escisión de un átomo. Es el contraste el que aporta la energía, por lo que
un contraste poderoso dará lugar a una energía fuerte y un contraste débil
provocará una energía pobre.
El segundo principio es el principio de
equivalencia, donde la energía resultante de la oposición se distribuye
equitativamente en ambos lados. Así, cuando yo sostenía a aquel pajarito en mi
mano, existía una energía que me impulsaba a ayudarle; así como también otra de
iguales características que me dirigía a aplastarle. Intenté ayudar al pájaro,
por lo que toda esa energía se distribuyó en los variados comportamientos
dirigidos a ese fin. Pero, ¿qué pasó entonces con la otra parte?.
Bueno, eso depende de la actitud que uno tome con
respecto a ese deseo no satisfecho. Si mantenemos ese deseo de forma
consciente; es decir, que somos capaces de reconocerlo, entonces provocamos un
aumento de calidad en el funcionamiento psíquico; esto es, crecemos.
Si por el contrario, pretendemos negar que este
pensamiento estuviera ahí, si lo suprimimos, la energía se dirigirá hacia el
desarrollo de un complejo. El complejo es un patrón de pensamientos y
sentimientos suprimidos que se agrupan (que establecen una constelación)
alrededor de un tema en concreto proveniente de un arquetipo. Si negamos haber
tenido un pensamiento relacionado con aplastar el pájaro, podríamos poner esa idea
en una de las formas ofrecidas por la sombra (nuestro “lado oscuro”). O si un
hombre niega su lado emocional, su emocionalidad puede encontrar su forma de
expresión dentro del arquetipo de ánima.
Aquí es donde empiezan los problemas. Si
pretendemos que en toda nuestra vida somos absolutamente buenos; que ni
siquiera tenemos la capacidad de mentir y engañar; de robar y matar, entonces
cada vez que seamos buenos, nuestra otra parte se consolidará en un complejo
alrededor de la sombra. Ese complejo empezará a tomar vida propia y te
atormentará da alguna manera. Puedes verte sufriendo de pesadillas donde
¡aplastas a pequeños pájaros!.
Si el complejo dura mucho tiempo, puede llegar a
“poseerte” y puedes terminar con una personalidad múltiple. En la película “The
Three Faces of Eve” (Las Tres Caras de Eva), Joanne Woodward daba vida a una
mujer dulce y retraída que eventualmente iba descubriendo que salía a la calle
los sábados en la noche, asumiendo una identidad contraria. No fumaba, y sin
embargo encontraba paquetes de cigarrillos en su bolso; no bebía, más se
levantaba con resaca y no flirteaba con hombres, aunque encontraba ropas en su
habitación de lo más sexy. Es importante decir aquí, que a pesar de que el
trastorno de personalidad múltiple es raro, cuando aparece no tiende a
presentarse de una manera tan extrema, tipo blanco y negro.
El último principio es el principio de entropía,
el cual establece la tendencia de los opuestos a atraerse entre sí, con el fin
de disminuir la cantidad de energía vital a lo largo de la vida. Jung extrajo
la idea de la física, donde la entropía se refiere a la tendencia de todos los
sistemas físicos de solaparse; esto es, que toda la energía se distribuya
eventualmente. Si, por ejemplo, tenemos un calentador en la esquina de una
habitación, con el tiempo el salón completo se calentará.
Cuando somos jóvenes, los opuestos tienden a ser
muy extremos, malgastando una gran cantidad de energía. Por ejemplo, los
adolescentes tienden a exagerar las diferencias entre sexos, siendo los chicos
más machos y las chicas más femeninas, por lo que su actividad sexual está
investida de grandes cantidades de energía. Además, estos oscilan de un extremo
a otro, siendo locos y salvajes en un momento y encontrando la religión en
otro.
A medida que nos vamos haciendo mayores, la mayoría
de nosotros empieza a sentirse cómodos con nuestras facetas. Somos un poco
menos idealistas e ingenuos y reconocemos que somos una combinación de bueno y
malo. Nos vemos menos amenazados por nuestros opuestos sexuales y nos volvemos
más andróginos. Incluso, en la edad de la vejez, las mujeres y los hombres
tienden a parecerse más. Este proceso de sobreponernos por encima de nuestros
opuestos; el ver ambos lados de lo que somos, es llamado trascendencia.
El self
La meta de la vida es lograr un self. El self es un
arquetipo que representa la trascendencia de todos los opuestos, de manera que
cada aspecto de nuestra personalidad se expresa de forma equitativa. Por tanto,
no somos ni masculinos ni femeninos; somos ambos; lo mismo para el Yo y la
sombra, para el bien y el mal, para lo consciente y lo inconsciente, y también
lo individual y lo colectivo (la creación en su totalidad). Y por supuesto, si
no hay opuestos, no hay energía y dejamos de funcionar. Evidentemente, ya no
necesitaríamos actuar.
Si intentamos alejarnos un poco de las
consideraciones místicas, sería recomendable que nos situáramos en una postura
más centralista y equilibrada de nuestra psique. Cuando somos jóvenes, nos
inclinamos más hacia el Yo, así como en las trivialidades de la persona. Cuando
envejecemos (asumiendo que lo hemos hecho apropiadamente), nos dirigimos hacia
consideraciones más profundas sobre el self y nos acercamos más a las gentes,
hacia la vida y hacia el mismo universo. La persona que se ha realizado (que ha
desarrollado su sí mismo- su self) es de hecho menos egocéntrica.
Sincronicidad
A través de los años los teóricos han discutido
ampliamente si los procesos psicológicos se establecen a partir de modelos
mecanicistas o teleológicos. El mecanicismo es la idea de que las cosas
funcionan a través de un proceso de causa-efecto. Una cosa lleva a otra, y esa
otra a una siguiente y así sucesivamente, por lo que el pasado determina al
presente. La teleología es la idea que defiende que somos guiados por nuestros
propósitos, significados, valores y demás. El mecanicismo está asociado al
determinismo y las ciencias naturales; la teleología está relacionada con el
libre albedrío y se considera en la actualidad una postura un tanto rara. Es
todavía común en filósofos moralistas, legalistas y religiosos y, por supuesto
también, en algunos teóricos de la personalidad.
Con respecto a los autores que revisamos en este
libro, los freudianos y los conductuales tienden a ser mecanicistas, mientras
que los neofreudianos, humanistas y existencialistas tienden a la postura
teleológica. Jung cree que ambos juegan algún papel, pero añade una última
alternativa ideológica llamada sincronicidad.
La sincronicidad supone la ocurrencia de dos
eventos que no están asociados ni causalmente ni teleológicamente, más sin
embargo tienen una relación significativa. Una vez, un paciente me describía un
sueño con un escarabajo y justo en ese momento, por la ventana del despacho
pasó volando un escarabajo muy similar al que describía en su sueño. Muchas
veces, las personas soñamos con, digamos, la muerte de un ser querido y a la
mañana siguiente nos encontramos con la muerte real de esa persona y que murió
más o menos a la hora en que lo soñamos. Algunas veces, cogemos el teléfono
para llamar a un amigo y nos encontramos con él en la línea al levantar el
auricular. La mayoría de los psicólogos llamarían a estas situaciones
coincidencias o intentan demostrarnos lo frecuentes que son. Jung creía que
estas situaciones eran indicativas de cómo nos interconectamos los seres
humanos con la naturaleza en general a través del inconsciente colectivo.
Jung nunca se aclaró con respecto a sus creencias
religiosas, pero esta idea inusual de sincronicidad la hallamos fácilmente
explicada en la perspectiva hindú de la realidad. Desde este punto de vista,
nuestros Yo individuales son como islas en el mar. Estamos acostumbrados a ver
el mundo y a los demás como entes individuales y separados. Lo que no vemos es
que estamos conectados entre nosotros por medio del suelo marino que subyace a
las aguas.
El otro mundo es llamado maya, que significa
ilusión y se considera un sueño de Dios o como un baile de Dios; esto es, Dios
lo ha creado, pero no es real en sí mismo. Nuestros Yo individuales reciben el
nombre de jivatman o almas individuales, siendo también algo parecido a una
ilusión. Todos nosotros somos extensiones del único y supremo Atman o Dios, el
cual se permite olvidarse un poco de su identidad para volverse aparentemente
separado e independiente volviéndose cada uno de nosotros. Pero de hecho, nunca
estamos separados del todo. Cuando morimos, nos despertamos siendo lo que
realmente fuimos desde el principio: Dios.
Cuando soñamos o meditamos, nos metemos dentro de
nuestro inconsciente personal, acercándonos cada vez más a nuestra esencia: el
inconsciente colectivo. Es precisamente en estos estados cuando somos más
permeables a las “comunicaciones” de otros Yo. La sincronicidad hace de la
teoría de Jung una de las pocas que no solo es compatible con los fenómenos
parapsicológicos, sino que incluso intenta explicarlos.
Introversión y extroversión
Jung desarrolló una tipología de la personalidad
que se ha vuelto tan popular que mucha gente cree que él no hizo nada más. Esta
empieza con la diferencia entre introversión y extroversión. Las
personas introvertidas prefieren su mundo interno de pensamientos,
sentimientos, fantasías, sueños y demás, mientras que las extrovertidas
prefieren el mundo externo de las cosas, las actividades y las personas.
Estos términos se han confundido con vocablos como
timidez y sociabilidad, debido en parte a que los introvertidos suelen ser
tímidos y los extrovertidos tienden a ser más sociables. Pero Jung se refería
más a cuán inclinados estamos (nuestro Yo) hacia la persona y la realidad
externa o hacia el inconsciente colectivo y sus arquetipos. En este sentido, el
sujeto introvertido es un poco más maduro que el extrovertido, aunque bien es
cierto que nuestra cultura valora más al extrovertido…y Jung ¡ya nos avisó de
que todos nosotros tendemos a valorar nuestro propio tipo por encima de
cualquier otra cosa!.
En la actualidad, encontramos la dimensión de
introversión-extroversión en varias teorías, de las cuales destaca de forma
notable la de Hans Eysenck, aunque esta dimensión se esconda bajo los nombres
alternativos de “sociabilidad” y “surgencia”.
Las funciones
Aún cuando seamos introvertidos o extrovertidos,
está claro que necesitamos lidiar con el mundo, tanto interno como externo. Y
cada uno de nosotros posee su propia manera de hacerlo, de manera más o menos
cómoda y útil. Jung sugiere que existen cuatro maneras o funciones de
hacerlo:
La primera es la de las sensaciones, que
como indica la propia palabra supone la acción de obtener información a través
de los significados de los sentidos. Una persona sensible es aquella que dirige
su atención a observar y escuchar, y por tanto, a conocer el mundo. Jung
consideraba a esta función como una de las irracionales, o lo que es lo mismo,
que comprende más a las percepciones que al juicio de la información.
La segunda es la del pensamiento. Pensar
supone evaluar la información o las ideas de forma racional y lógica. Jung
llamó a esta función como racional, o la toma de decisiones en base a juicios,
en vez de una simple consideración de la infomación.
La tercera es la intuición. Este es un
modelo de percepción que funciona fuera de los procesos conscientes típicos. Es
irracional o perceptiva como la sensación, pero surge de una bastante más
compleja integración de grandes cantidades de información, más que una simple
visión o escucha. Jung decía que era como “ver alrededor de las esquinas”.
La cuarta es el sentimiento. Es el acto de
sentir, como el de pensar. Es una cuestión de evaluación de la información. En
este caso está dirigida a la consideración de la respuesta emocional en
general. Jung le llamó racional; evidentemente no de la manera en que estamos
acostumbrados a usar el término.
Todos nosotros poseemos estas funciones. Diríamos
que simplemente la usamos en diferentes proporciones. Cada uno de nosotros
tiene una función superior que preferimos y que está más desarrollada.; otra
secundaria, de la cual somos conscientes de su existencia y la usamos solo para
apoyar a la primera. También tenemos una terciaria, la cual está muy poco
desarrollada y no es muy consciente para nosotros y finalmente una inferior, la
cual está muy pobremente desarrollada y es tan inconsciente que podríamos negar
su existencia en nosotros.
La mayoría de nosotros sólo desarrolla una o dos de
las funciones, pero nuestra meta debería ser desarrollar las cuatro. Una vez
más, Jung considera la trascendencia de los opuestos como un ideal.
Valoración
Katharine Briggs y su hija Isabel Briggs Myers
encontraron tan valiosos los tipos y funciones de Jung de las personalidades
que decidieron desarrollar un test, el Myers-Briggs Type Indicator (el
Indicador de Tipo Myers-Briggs). Llegando a ser uno de los tests más populares
y estudiados de cuantos hay.
A partir de las respuestas de más o menos 125
preguntas, se nos sitúa en uno de los 16 tipos, estableciendo una inclusión
definitiva en dos o tres tipos. El resultado del tipo al que pertenecemos dice
muy poco de nosotros (por ejemplo, nuestros gustos o disgustos, nuestras
elecciones de carrera, nuestra compatibilidad con los demás y así
sucesivamente). En general, a muchas personas les gusta el test, ya que tiene
la particularidad de ser uno de los pocos tests que posee la inusual cualidad
de no ser demasiado juicioso: ninguno de los tipos resultantes es
exageradamente negativo ni tampoco extremadamente positivo. En vez de valorar
cuán “loco” estás, simplemente abre tu personalidad a la exploración.
El test tiene cuatro escalas. La
Extrovesrión-introversión (E-I) es la más importante. Los investigadores que
han aplicado el test han hallado que el 75% de la población es extrovertida.
La siguiente es la de Sensación-intuición (S-N),
con cerca del 75% de la población siendo sensible.
La próxima es la de Pensamiento-sentimiento (T-F).
Aunque los resultados en las poblaciones estudiadas se reparten casi por igual,
los investigadores han hallado que cerca de dos tercios de los hombres
pertenecen a la primera categoría, mientras que otros dos tercios de las
mujeres son sentimentales. Estos resultados se podrían considerar un tanto
estereotipados, pero debemos tomar en cuenta que los junguianos consideran de
igual valor tanto al pensamiento como al sentimiento y que, por supuesto, un
tercio de los hombres son sentimentales y que otro tercio de las mujeres
utilizan prioritariamente el pensamiento. Además, debemos considerar que la
sociedad sí establece diferencias de valor entre el pensamiento y el
sentimiento. Desde luego que un hombre sentimental y una mujer excesivamente
racional hallan dificultades para lidiar con las expectativas de los
estereotipos de las personas en nuestra sociedad.
La última escala es la de Juicio-percepción
(J-P), una escala incluida por Myers y Briggs y ausente de la teoría junguiana.
Estas autoras decidieron incluirla con el fin de determinar cuál de las
funciones podría ser superior. Generalmente, las personas juiciosas son más
cautas y cuidadosas, incluso inhibidas en sus vidas. Las personas perceptivas
tienden a ser más espontáneas e incluso en ocasiones descuidadas. La
extroversión más una “J” supone que la persona es una pensadora o una
sentimental. Ambos son poderosos. La extroversión más una “P” significa que
estamos frente a una persona sensible o intuitiva. En el otro extremo, una persona
introvertida con una “J” alta será un sensible o un intuitivo, mientras que
otra introvertida con una “P” alta será un pensador o un sentimental. La J y la
P están distribuidas de manera equitativa en la población.
Cada tipo está identificado por cuatro letras,
tales como ENFJ. Estos han llegado a ser tan populares que incluso ¡podemos
hallarlos en las matrículas de los coches!.
ENFJ (Extroversión sentimental con intuición). Estas
personas son locuaces. Tienden a idealizar a sus amigos. Se comportan como
buenos padres, pero tienen cierta tendencia a dejarse manipular por ellos.
Llegan a ser buenos terapeutas, maestros, ejecutivos y comerciales.
ENFP (Extroversión intuitiva con sentimentalismo).
Estas personas aman lo nuevo y las sorpresas. Son muy emotivos y expresivos.
Son susceptibles de tener tensión muscular y tienden a estar hiperalertas. En
general, es común que tiendan a sentir mucho su lado interno respecto a las
emociones. Son buenos para las ventas, la publicidad, la política y la
actuación.
ENTJ (Extroversión de pensamiento con intuición).
Cuando pertenecen a un hogar, esperan mucho de sus parejas y sus hijos. Les
gusta la organización y el orden y suelen ser buenos ejecutivos y
administradores.
ENTP (Extroversión intuitiva con pensamiento). Son
personas vivaces; nada aburridas o envejecidas. Como parejas, son un tanto
peligrosas en lo económico. Son buenos para el análisis y poseen un gran
espíritu empresarial. Tienden a establecerse en una posición superior con
respecto a otros de forma muy sutil.
ESFJ (Extroversión sentimental con sensación). A estas
personas les gusta la armonía. Tienden a presentar una postura de lo que “se
debe” y “no se debe”. Suelen ser dependientes, primero de sus padres y luego de
sus parejas. Son personas muy sensibles que se relacionan con los demás con el
corazón en la mano.
ESFP (Extroversión de sensación con sentimentalismo).
Son muy generosos e impulsivos, teniendo una pobre tolerancia a la ansiedad.
Pueden llegar a ser buenos amenizadores, les gustan las relaciones públicas y
aman el teléfono. Deberían evitar grandes quebraderos de cabeza en los
estudios, como las ciencias.
ESTJ (Extroversión de pensamiento con sensación). Son
personas muy responsables como parejas, padres y como trabajadores. Son
realistas; con los pies sobre el suelo, más bién aburridos y avejentados y aman
la tradición. Usualmente podemos verlos en clubes civiles.
ESTP (Extroversión de sensación con pensamiento). Son
personas orientadas hacia la acción, usualmente sofisticadas e incluso
arriesgadas (nuestro James Bond). Como parejas son encantadores y excitantes,
pero presentan problemas a la hora de comprometerse. Se realizan como buenos
promotores, empresarios y artistas de la farándula.
INFJ (Introversión intuitiva con sentimentalismo).
Estos son los típicos estudiantes serios y aquellos trabajadores que realmente
quieren contribuir. Son muy intimistas y se hieren con facilidad. Son buenas
parejas, pero tienden a ser muy reservados físicamente. Las personas creen con
frecuencia que son psíquicos. Se establecen como buenos terapeutas,
practicantes, ministros y demás.
INFP (Introversión sentimental con intuición). Estas
personas son idealistas, sacrificadas y con cierta reserva o distancia de los
demás. Son muy familiares y hogareños, pero no se relajan con facilidad. Les
hallamos con frecuencia entre los psicólogos, arquitectos y religiosos, pero
nunca entre los hombres de negocios. Tanto Jung como yo, admiramos a este tipo
de personas. ¡Claro, Jung y yo somos así!.
INTJ (Introversión intuitiva con pensamiento). Es el
grupo más independiente de todos. Aman las ideas y la lógica y por tanto son
muy dados a la investigación científica. Son más bien particulares en su forma
de pensar.
INTP (Introversión de pensamiento con intuición). Estos
son los llamados ratas de biblioteca. Son personas preocupadas, fieles y
fácilmente pasan desapercibidos. (Como ejemplo reciente, en la película “What
women want” con Mel Gibson y Helen Hunt, aparece un personaje de mujer en la
empresa donde trabaja el personaje de Gibson que pasa plenamente desapercibida
por los demás y ella está constantemente pensando en esta situación. N.T.).
Tienden a ser muy precisos en el uso del lenguaje. Son buenos para la lógica y
las matemáticas y se hacen buenos filósofos y científicos teóricos, pero nunca
escritores o comerciales.
ISFJ (Introversión de sensación con sentimentalismo).
Son personas serviciales y están muy dirigidos al trabajo. Pueden presentar
fatiga y tienden a sentirse atraídos por los gamberros. Son buenos enfermeros,
profesores, secretarios, practicantes, bibliotecarios, empresarios de negocios
medios y amas de llaves.
ISFP (Introversión sentimental con sensación). Son
tímidos y retraídos; poco habladores, pero les gustan los actos que tengan que
ver con actividades sensuales. Les gusta la pintura, el dibujo, la escultura,
la composición musical, el baile (las artes en general) y la naturaleza. No son
muy buenos en el compromiso sentimental.
ISTJ (Introversión de sensación con pensamiento). Son
los llamados pilares dependientes de la fuerza. Usualmente intentan modificar
las formas de ser de sus parejas y de otras personas. Llegan a ser buenos
analistas bancarios, auditores, contables, inspectores de hacienda,
supervisores de librerías y hospitales, negociantes, educadores de física y
maestros, e incluso, buenos boy scouts.
ISTP (Introversión de pensamiento con sensación). Son
personas orientadas a la acción y libres de miedo, y buscan el riesgo. Son
impulsivos y peligrosos de detener. Les encantan las herramientas, los instrumentos
y las armas, y usualmente se convierten en expertos técnicos. No están
interesados en absoluto en las comunicaciones y con frecuente son mal
diagnosticados como disléxicos o hiperactivos. Tienden a ser malos estudiantes.
Incluso sin haber sido examinado por el test, bien
podríamos reconocernos en alguno de los tipos descritos. O mejor, ¡pregunten a
otros; es muy probable que sean más precisos en su valoración de nosotros!.
Pero, si lo prefiere, puede descargarse un test gratuito en Internet que parte
de Jung. La dirección es The Keirsey Temperament Sorter. ¡Se lo recomiendo!
Discusión
Muchas personas creen que Jung tiene mucho que
decir sobre ellos. Estas incluyen escritores, artistas, músicos, directores de
cine, teólogos, clérigos de cualquier religión, estudiantes de mitología y, por
supuesto, algunos psicólogos. Ciertos ejemplos que me vienen a la mente serían
el mitólogo Joseph Canpbell, el cineasta George Lucas y la autora de ciencia
ficción Ursula K. Le Guin. Cualquiera que esté interesado en la creatividad,
espiritualidad, fenómenos psíquicos, lo universal y esos temas, encontrará en
Jung una buena guía.
Pero los científicos, incluyendo a la mayoría de
los psicólogos, tienen bastantes problemas con Jung. Este no solamente apoya
completamente el punto de vista teleológico (como hacen la mayoría de los
psicólogos de la personalidad), sino que va un paso más allá, metiéndose en las
interconexiones místicas de la sincronicidad. No solamente postula la
existencia de un inconsciente donde las cosas no son fáciles de captar por el
ojo empírico, sino que además establece un inconsciente colectivo que nunca ha
estado ni llegará a la consciencia.
De hecho, Jung se acoge a una postura esencialmente
contraria a la corriente reduccionista; empieza por los niveles más altos
(incluso hasta la espiritualidad misma) y deriva los niveles más bajos de
psicología y fisiología a partir de ellos.
Incluso aquellos psicólogos que aplauden su
teleología y su antireduccionismo no se sienten cómodos con él. De la misma
manera que hace Freud, Jung intenta atraer todo hacia su sistema. Tienen poca
cabida la casualidad, los accidentes o las circunstancias. La personalidad (y
la vida en general) parece “sobre-explicada” en la teoría junguiana.
He observado que su teoría atrae con frecuencia a
estudiantes que tienen problemas para lidiar con la realidad. Sabemos que,
cuando el mundo, especialmente el mundo social, se hace demasiado difícil,
algunas personas se retraen en la fantasía. Algunos por ejemplo, simplemente se
hacen ayudantes de cocina cortando patatas; otros, sin embargo, acogen ideas
muy complejas que pretenden explicarlo todo. Algunos se meten en religiones
gnósticas o tántricas, aquellas que presentan complejas figuras religiosas de
ángeles y demonios, de cielos e infiernos, y se embarcan en discusiones
interminables sobre los símbolos. Algunos otros se vuelcan sobre Jung. Desde
luego, no hay nada malo en esto; pero para alguien que está alejado de la
realidad, estas posturas decididamente poco le van a ayudar.
Estas críticas no empañan a las fundaciones que han
surgido a partir de la teoría de Jung, pero deberíamos tener un cierto cuidado
con ellas.
Las cuestiones positivas
En el lado positivo, podríamos destacar las
aportaciones de Myers-Briggs y otros tests, elaborados a partir de la obra de
Jung. Dado que estas pruebas no colocan al sujeto en dimensiones entre “bueno”
y “malo”, son bastante menos “perseguidoras”. Simplemente hacen que las
personas sean más conscientes de cómo son.
A primera vista, los arquetipos de Jung parecería
la idea más extraña, aún cuando se ha demostrado que son muy útiles para el
análisis de los mitos, cuentos de hadas, literatura en general, simbolismo
artístico y exposiciones religiosas. Aparentemente capturan algunas de las “unidades”
básicas de nuestra propia expresión. Muchas personas han sugerido que son
solamente muchos caracteres e historias del mundo real, y que solamente nos
limitamos a reorganizar los detalles de las mismas.
Esta postura sugiere que los arquetipos de hecho se
refieren a algunas estructuras profundas de la mente humana. Después de todo,
desde la perspectiva fisiológica, venimos a este mundo con una cierta
estructura. Vemos de una determinada manera, al igual que oímos; procesamos la
información de forma particular, nos comportamos así, dado que nuestras
glándulas y músculos están diseñados de una forma determinada. Es importante
destacar que al menos un psicólogo cognitivo ha sugerido la búsqueda de las
estructuras subyacentes de los arquetipos junguianos.
Finalmente, Jung nos ha abierto los ojos a las
diferencias entre el desarrollo infantil y el adulto. Los niños claramente
enfatizan sobre la diferenciación (separando una cosa de otra) en el
aprendizaje. “¿Qué es eso?”; “¿por qué eso es así y no de la otra forma?” “¿de
qué tipo de cosas es esa cosa?”. Activamente buscan la diversidad. Y muchas
personas, incluyendo a varios psicólogos, se han impresionado tanto por esto
que han llegado a la conclusión de decir que todo el desarrollo infantil es una
cuestión de diferenciación, de aprender más y más “cosas”.
Pero con respecto a los adultos, Jung ha enfatizado
la idea de que éstos tienden más a la integración para la trascendencia de los
opuestos. Los adultos buscamos las conexiones entre las cosas; cómo encajan
entre ellas, cómo interactúan; cómo contribuyen a un todo. Queremos que las
cosas tengan sentido, que tengan un significado; en definitiva, el propósito de
todo esto. Los niños desenmarañan el mundo; los adultos intentan recoger las
piezas y unirlas.
Conexiones
Por un lado, Jung se mantiene atado a sus raíces
freudianas. Enfatiza el inconsciente más de lo que hacen los freudianos. De
hecho, podría verse como una extensión lógica de la tendencia freudiana a
situar las causas de las cosas en el pasado. Freud también habló de los mitos
(Edipo, por ejemplo) y de cómo impactan al psiquismo moderno.
Por otro lado, Jung tiene mucho en común con los
neo-freudianos, humanistas y existencialistas. El cree que estamos hechos para
el progreso, para movernos en una dirección positiva, no solamente con un fin
adaptativo, como los freudianos y los conductuales defienden. Su idea sobre la
autorealización es muy similar a la de auto-actualización.
El equilibrio o balance de los opuestos ha
encontrado también su contraparte en otras teorías. Autores como Alfred Adler,
Otto Rank, Andreas Angyal, David Bakan, Gardner Murphy y Rollo May hacen
referencias a la búsqueda de un equilibrio entre dos tendencias opuestas, una
dirigida al desarrollo individual y la otra hacia el desarrollo del interés
social o compasión. Rollo May menciona una mente compuesta de “daimones”
(pequeños dioses) tales como el deseo de sexo, de amor y de poder. Todos son
positivos mientras están en su lugar, pero cuando envuelven a toda la
personalidad, tendremos “posesiones daimónicas” o enfermedad mental.
Por último, le debemos a Jung una mayor apertura de
la interpretación, ya sea relacionada con síntomas, con sueños o con
asociaciones libres. Mientras que Freud desarrolló una interpretación más o
menos rígida (especialmente la sexual), Jung se permitió ir un poco más allá,
dirigiendo su idea más bien hacia una interpretación más “mitológica” del libre
albedrío, donde prácticamente cualquier cosa podía significar, de hecho,
cualquier cosa. El análisis existencial, en particular, se ha beneficiado de
las ideas junguianas.
Lincografia
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